viernes, junio 18, 2010

ENCUENTROS BENEVOLOS


Hoy Viernes 18 de junio a las 12:30 am. Medio dia en Madrid Falleció José Saramago a los 87 años de edad a consecuencia de un fallo multiorgánico, acompañado de su familia y despidiendose de forma serena y placida segun el comunicado a cargo de la Fundacion Saramago. Lo primero que me vino a la mente fué su libro, "Las intermitencias de la muerte", creo que esta historia fue verídica, la muerte conoció a Saramago en su huida de este plano terrenal, tropezó con el al salir de aquella puerta que conducía al departamento del músico y desconcertada decidió confiarle su aventura, no quiso cargar con el recuerdo de esos días, nada se puede hacer con el recuerdo cuando se despoja de lo humano, y a pesar de ello, en ese pequeño tropiezo, ella decidió dejar huella de su presencia. Lo tomó por el brazo y empezaron a caminar lentamente, mientras le contaba lo sucedido, ella fue despojándose de su atuendo, la piel se le escurría lentamente, el, atento, fue convenciéndose cada vez mas de la historia contada, el murmullo se fue perdiendo, solo la voz de ella resonaba en su mente. De pronto, le soltó el brazo y Saramago al levantar la cabeza se dio cuenta de que vagaba solo, miró a su alrededor, la calle seguía con el flujo normal de autos, la gente iba y venia sin reparar en la mirada atónita del escritor, se había esfumado, se habia esfumado ese frío que le envolvió por unos minutos, volvió sobre sus pasos; encontró restos de cenizas que lo guiaron hasta aquella puerta donde tropezó con la guapa mujer, posó su mano suavemente y el silencio lo recibió, supo que el músico se encontraba resguardado detrás de ella, muerto, junto a su amado instrumento, y el sobre que la muerte nunca pudo entregar, puesto en el buró, intacto, único indicio de una bénevola casualidad del destino. Saramago siguió su camino, meditando, meditando, meditando, meditando, meditando...

Hoy, la muerte con "m" minúscula, cotidiana, como a ella le gustaba apreciarse, regresó por el afamado escritor, mientras cerraba los ojos, Saramago reconoció el tacto frió de esa mano que años atrás le había incitado a acompañarlo para contarle su historia, esta vez, sin prisa y sin perturbación alguna decidió acompañarla para desvanecerse junto con ella.

IN MEMORIAM.

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